martes, 14 de junio de 2016

El Machismo ¿Le afecta esto a los hombres también? ¿Como?



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El machismo es una expresión derivada de la palabra macho, definido como aquella actitud o manera de pensar de quien sostiene que el varón es por naturaleza superior a la mujer.
El machismo es una ideología que engloba el conjunto de actitudes, conductas, prácticas sociales y creencias destinadas a promover la negación de la mujer como sujeto indiferentemente de la cultura,tradiciónfolclore o contexto. Para referirse a tal negación del sujeto, existen distintas variantes que dependen del ámbito que se refiera, algunos son familiares (estructuras familiares patriarcales, es decir dominación masculina), sexuales (promoción de la inferioridad de la sexualidad femenina como sujeto pasivo o negación del deseo femenino), económicas (infravaloración de la actividad laboral, trabajadoras de segunda fila), legislativas (no representación de la mujer en las leyes y por tanto, no legitimación de su condición de ciudadanas, leyes que no promuevan la protección de la mujer ni sus necesidades), intelectuales (inferioridad en inteligencia, en capacidad matemática, en capacidad objetiva, en lógica, en análisis y tratada como astucia, maldad, subjetiva, poco coeficiente intelectual), anatómicas (poca importancia al parto, poco papel en la reproductividad biológica), lingüísticas (no representación de la mujer en el lenguaje), históricas (ocultación de mujeres importantes dentro de la historia de la humanidad), culturales (representación de la mujer en los medios de comunicación como un cuerpo haciendo de ella misma un objeto en vez de un ser humano, espectaculación), académicas (poca importancia a estudios de género, no reconocimiento de la importancia del tocado feminismo), 







Aunque existe un avance indudable, la mujer sigue formando parte de una sociedad que por cultura de la forma de entender el género, la ha relevado desde siempre a una situación de desigualdad.
Para abordar este tema hay que diferenciar que el género y el sexo. Nacemos con una características biológicas que determinan nuestro sexo y que según laOMS (Organización Mundial de la Salud) se refiere a las características biológicas y fisiológicas que definen a hombres y mujeres, por lo que «Macho» y «hembra» son categorías sexuales.
En cuanto al género, la OMS lo refiere a los roles socialmente construidos, los comportamientos, actividades y atributos que una sociedad dada considera apropiados para los hombres y las mujeres. «Masculino» y «femenino» son categorías de género. Es por ello que decir violencia de género quizás no resultar del todo lo más acertado textualmente dicho.
Podríamos por tanto decir que nacemos con un sexo y que lo que nos envuelve socialmente nos convierte en hombres y mujeres y en base a ello, si bien es cierto que existen diferencias biológicas entre ambos sexos, la desigualdad se produce cuando las diferencias son entre ambos géneros.
La publicidad o propiamente en sí el contenido televisivo es una herramienta que nos bombardea constantemente con roles sociales y comportamientos, claro que hoy en día además todos tenemos acceso a una red ilimitada de información como es Internet, un arma de doble filo donde una mente desarrollada debe saber separar el grano de la paja. Pero no solo podríamos hablar de esa vía, pues la propia educación -en su conjunto- que recibimos tiene a grandes rasgos una connotación machista.
El hombre se impone como un símbolo de fortaleza, desde tiempos inmemorables, esto lo escuchamos constantemente en frases como “hay que tirar para adelante”, “hay que ser fuerte”, “se un hombre”, “comportate como un hombre” o sin ir más lejos la conocida frase de “los hombres no lloran”, que en mayor o menor medida esta instaurada socialmente.  Si buscamos hombría en el diccionario tendremos la definición de Cualidad buena y destacada de hombre, especialmente la entereza o el valor., por lo tanto es algo reconocido en parte oficialmente.

El hombre se impone como un símbolo de fortaleza, desde tiempos inmemorables, esto lo escuchamos constantemente en frases como “hay que tirar para adelante”, “hay que ser fuerte”, “se un hombre”, “comportate como un hombre” o sin ir más lejos la conocida frase de “los hombres no lloran”, que en mayor o menor medida esta instaurada socialmente.  Si buscamos hombría en el diccionario tendremos la definición de Cualidad buena y destacada de hombre, especialmente la entereza o el valor., por lo tanto es algo reconocido en parte oficialmente.
Esto puede tener situaciones adversas en nuestros sentimientos, pues intentar reprimirlos puede derivarnos en problemas internos. Las personas necesitan demostrar sus sentimientos o exteriorizarlos y no ocultarlos para pretender aparentar lo que socialmente es más correcto.
Las personas cuando están solas -dentro de su intimidad más absoluta- hacen cosas que no harían en presencia de otras personas, entonces en el fondo somos lo que somos cuando estamos solos y luego, ya en sociedad, nos comportamos en parte como se espera de nosotros.
¿Qué se le inculca a la mujer? –Y no tiene que ser directamente por lo tanto más difícil de detectar- pues como decíamos hay un avance evidente en la sociedad pero no deja de ser un avance, lo que significa que no se ha alcanzado la igualdad de género. Pero veamos unos ejemplos de ello:






En estas imágenes podemos observar claramente el trato hacia las mujeres, creen que por el hecho que somos mujeres no podemos tener voz ni voto en algún sitio o cualquier momento.


¿El machismo afecta a los mismos hombres? ¿Cómo?


Si. Hoy en día se reconoce que el machismo puede afectar tanto a hombres como a mujeres, y que de una manera u otra, todos somos más o menos machistas en una sociedad que toma al hombre como medida para todas las cosas, como prototipo del ser humano. Tanto las relaciones sociales de los hombres con otros hombres, y de las mujeres con otras mujeres, pueden estar marcadas por el machismo.En la medida que un hombre humilla, abusa, maltrata o explota a otro por parecer a sus ojos más masculino, está siendo guiado por el machismo. El machismo ha sido un elemento de control social y explotación sexista en muchas culturas porque castiga, por ejemplo, cualquier comportamiento que se considere femenino en los varones, lo que es la base de la homofobia, que entendemos como temor a adquirir las propiedades de la mujer. Este temor a convertirse en mujer, de “degenerarse”, ayuda a construir la heterosexualidad obligada del varón.La relación social entre hombres parece tener una clasificación de acuerdo a sus características y conductas. Establece quién es más hombre que quién, y quién ejercerá el rol dominante y el dominado. En nuestro país, podemos pensar en cuatro categorías de poder para jerarquizar las relaciones sociales entre los hombres.1. Los hombres dominantes: son presumiblemente heterosexuales exclusivos y constituyen la medida con la cual todos los hombres se compararán.2. Los hombres heterosexuales subordinados: parecen constituir la mayoría de los varones. Son llamados hombres incompletos, hombres en apariencia, hombres dudosos, supervivientes y fracasados.3. Los hombres subordinados bisexuales: son los que tienen una aparente atracción hacia parejas de uno y otro sexo, y un presunto interés en “someter” o “ser sometido” por otro hombre.4. Los hombres marginales homosexuales: sufren del estigma contra la homosexualidad masculina que resulta parcialmente en la percepción de este rol como femenino, débil, y carente de poder.El machismo también perjudica a los varones, que deben enfrentar:– Violencia de género. Existe cuando las mujeres les exigen o los violentan para que no se comporten como “mujercitas” o “afeminados”, cuando se interesan en aspectos que no son tolerados por los “machos de la manada”. Esto favorece, entre otras prácticas, la homofobia.– Poca inteligencia emocional. Se les enseña a los varones a no expresar de una manera abierta y asertiva sus emociones, sino a callarlas, anularlas o negarlas, por considerar que ciertas manifestaciones emocionales son propias de mujeres: llorar, tener miedo, sentirse inseguro, interesarse en el arte.– Educación sexista. Se los educa para comportarse como machos y para tratar a las mujeres como seres inferiores, provocando con eso serias distorsiones en su desarrollo e identidad personal.– Fracasos matrimoniales. Muchos varones machistas se topan con que su conducta los lleva a fracasar en ambientes en los que no están preparados para manejarse bien, como el matrimonio, considerado dominio de la mujer (la palabra “matrimonio” viene de la expresión latina matri-madre, y monio-dominio).ConclusiónEl machismo en las sociedades en las que el hombre es el centro del universo, y se toma como medida de todas las cosas, es un fenómeno complejo que cambia constantemente de forma, para no cambiar en su esencia discriminatoria. Como los demás mitos, unen el pasado con el presente y el futuro. Son “transhistóricos”.La generación de jóvenes actual, entre 15 y 29 años, se reirá y le costará trabajo creer los niveles de machismo que existían hace unos 50 años en la sociedad dominicana. Por ejemplo, cualquier joven consideraría hoy el colmo del machismo creer que un varón no debería saludar a otro varón más de una vez al día, por temor a ser tachado de homosexual. Sin embargo, cuando los nietos de esa generación lleguen a tener la misma edad, igualmente se reirán y les costará trabajo creer los niveles de machismo que existían en los tiempos de sus abuelos. Por ejemplo, que colocar a un bebé varón en una bañera plástica rosada, supuesto “color de lo femenino, podría marcarlo de por vida.Una de las maneras en que el machismo se mantiene en el tiempo, paradójicamente, es acusando al otro de machista y librándose uno de culpa. Sólo haciendo un profundo análisis y una autocrítica de cómo cada uno de nosotros se relaciona con otros hombres y con las mujeres, podremos empezar a tomar conciencia y a liberarnos de nuestros niveles de machismo. Esta sincerización debe implicar un proceso de cambio de las formas de educación, desde el hogar hasta la universidad, con los consecuentes cambios en las políticas sociales.Esta es una responsabilidad que debe ser compartida tanto por los hombres como por las mujeres.Lamentablemente, los seres humanos nos organizamos jerárquicamente sobre la base de comparaciones sociales basadas en mitos de superioridad e inferioridad que sólo existen en nuestras mentes. El temor al descenso en la jerarquía social y a la exclusión, suele significar ansiedad, vergüenza, furia, envidia y depresión, emociones que obstaculizan el bienestar y la felicidad de las personas. Sólo lentamente, a medida que hombres y mujeres dejemos de compararnos unos a otros, podremos superar el machismo.

lunes, 13 de junio de 2016

Comunicacion Social Y Periodismo



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Dos carreras similares pero diferentes
El panorama de los estudios de "comunicación social" (así, bien entrecomillado) es desolador, no solamente en Bolivia sino en América Latina y en el mundo entero. Hace 25 años alguien tuvo la pésima idea de cambiar el nombre de las facultades de periodismo a facultades de "comunicación social", con lo cual se desvirtuó completamente la naturaleza de esos estudios. Lo que hacen el 99% de esas carreras es periodismo dirigido a los medios, no hacen comunicación ni estudian la comunicación, y de "social", tienen muy poco.

Esto no es una cuestión de nombres solamente, sino de contenidos. Los periodistas trabajan en el campo de la información y los comunicadores en el campo de la comunicación. (Y las niñas que estudian "comunicación empresarial" trabajan en las empresas de su papá). No es lo mismo, comunicación que información. Ambos campos son diferentes, se parecen como los limones se parecen a las mandarinas. Los dos son cítricos, pero de sabor y uso muy diferente. Los limones abundan, las mandarinas son más raras.

Sucede lo mismo en los estudios de periodismo y comunicación: abundan las carreras de periodismo disfrazadas de "comunicación social", pero aquellas que realmente se ocupan de la comunicación y de lo "social" son muy raras. Seguro que en la cabeza del lector neófito ya está la pregunta: "pero en qué se diferencia la información de la comunicación".

No debe sentirse mal el lector de no entender, todavía, la diferencia entre ambas, porque ni siquiera los catedráticos de comunicación son capaces de manejar con propiedad ambos conceptos. Abundan los "profesores" que enseñan en las carreras de periodismo sin haber publicado en su vida un texto o investigación sobre el tema. Hay quienes incluso dirigen carreras y facultades de periodismo y comunicación sin haber reflexionado jamás sobre estos asuntos, burócratas grises que no se sabe cómo obtienen esos puestos. Pero vamos al tema, que es más importante que los mediocres que están en ejercicio en muchas universidades.

La etimología griega y luego latina de la palabra comunicación la asocia a conceptos muy diferentes a los de la palabra información. La comunicación es un acto de compartir y de participar, lo cual implica diálogo. En cambio el periodismo es vertical y en un sólo sentido, porque informa, es decir, pretende "dar forma" (dictaminar) a lo "informe" (lo que no tiene forma determinada). La comunicación es un intercambio, un diálogo en dos o múltiples sentidos, donde no hay solamente un polo generador de mensajes de información, como sucede en el periodismo.

Esta explicación sumamente simple y llana debería bastar para entender la diferencia, pero lamentablemente en la realidad los intereses comerciales -antes que los académicos- definen el rumbo de las universidades, con contadas excepciones. Y así terminamos con tantos limones, que ya no sabemos qué hacer con ellos.

Tan contadas son las excepciones, que en el mundo no hay más de 20 universidades que se ocupan de la comunicación para el desarrollo y el cambio social, que son las que conciben precisamente la comunicación como intercambio y diálogo horizontal (recordemos a Paulo Freire, fallecido hace 10 años, que tanto aportó en este tema).

En cambio, hay más de dos mil facultades de periodismo, aunque se disfrazan detrás del rótulo de la "comunicación social". En realidad lo que hacen es reproducir periodistas y publicistas, no comunicadores. Producen por miles profesionales para la radio, la televisión, los periódicos, las agencias de publicidad y de relaciones públicas. En países donde los medios ya están saturados (de mediocridad), estos novatos periodistas, a quienes a veces llamamos "colgandijos" porque solamente saben estirar el brazo con una grabadora o un teléfono celular) no tienen otra alternativa que buscar trabajo como relacionadores públicos en empresas o instituciones gubernamentales, y se la pasan haciendo boletines o convocando a conferencias de prensa. Cuatro años de estudio para eso. (En realidad, los mejores periodistas que yo conozco, no han pasado por las universidades).

Sin embargo, en el campo del desarrollo y del cambio social hay necesidades urgentes e importantes que no son satisfechas. Cuando yo trabajaba en UNICEF en Nigeria y luego en Haití necesitaba desesperadamente contratar comunicadores, pero solamente recibía CVs (curriculum vitae) de periodistas. Estos eran profesionales capaces de redactar artículos o producir programas de radio y televisión, organizar conferencias de prensa o preparar boletines, pero eso no era lo que necesitábamos para mejorar las condiciones de vida en las comunidades.

Cuando uno habla de un comunicador, se refiere a un profesional que tiene pensamiento estratégico, y es capaz de planificar acciones de comunicación de mediano y largo plazo, a favor del desarrollo y el cambio social. Un comunicador entiende la comunicación como un proceso, no como una suma de mensajes. Los periodistas tenemos (yo soy también periodista, además de comunicador) un sentido inmediato y oportunista de la realidad, y valoramos los mensajes por encima de los procesos. El perfil ideal sería una mezcla de periodista y comunicador, pero rara vez se da, aunque en América Latina tenemos varios de los buenos.

Las veinte universidades que en el mundo se especializan en comunicación para el desarrollo y el cambio social son en este momento más necesarias que las dos mil que producen periodistas, pues mientras el mercado de trabajo en los medios masivos de información está saturado, hay cada vez mayores necesidades en los proyectos y programas de desarrollo. Pero hay algunas barreras: muchos de los que toman decisiones en las agencias de desarrollo y cooperación, no tienen la menor idea de la comunicación, y están convencidos de que es algo que sirve para hacerse publicidad y ganar visibilidad institucional.

Las cosas están cambiando lentamente y es parte del trabajo de los comunicadores (y también de los periodistas honestos) explicar la diferencia que existe entre ambas profesiones. La comunicación para el cambio social y el desarrollo atraviesa por una situación similar a la que vivió la antropología a principios del siglo pasado: demoró 50 años en ser reconocida como una disciplina diferente de la sociología. Hoy también, pocos son los que distinguen entre el periodismo y la comunicación.

Tenemos demasiadas universidades "clon" que copian sus programas de periodismo de unas a otras, y le tienen mucho miedo a las palabras "desarrollo", "cambio social", y a la comunicación "alternativa", "participativa", "ciudadana", "horizontal", etc. En esas facultades de periodismo siguen leyendo los textos mal traducidos de Schramm, Lerner o Rogers, y de esa manera se supeditan a un pensamiento generado en Estados Unidos. Pero lo grave de esto no es que lean a teóricos de la comunicación de gringolandia. Lo grave es que ignoren el pensamiento que se ha producido en América Latina, que es bastante. Los estudiantes ejercen a veces presión para que los programas de estudio mejoren, pero la resistencia de quienes ven la universidad como un negocio, es enorme.
En la Universidad del Norte, en Barranquilla, Colombia, ha comenzado a funcionar este año una maestría con énfasis en comunicación para el cambio social. En la Pontificia Universidad Católica del Perú, en Lima, está establecida una licenciatura en comunicación para el desarrollo, bajo la responsabilidad de mis amigos Luis Peirano (Decano) y Hugo Aguirre (Director). Ojalá en Bolivia y en otros países tuviéramos más universidades como estas, y más profesionales y académicos que entienden la necesidad de una comunicación que contribuye en los cambios sociales.